Queramos o no, vivimos en un mundo más tecnológico que analógico, donde en la mayoría de las actividades que desarrollan los seres humanos intervienen, directa o indirectamente, los sistemas informáticos y las TICs: la bancarización, la industrialización, la comercialización por nombrar sólo algunos. Este contexto, tanto causa como consecuencia del proceso de globalización del que somos parte de un tiempo hacia acá, evoluciona a una velocidad sin precedentes, generando un nuevo entorno social. Para ser parte de este nuevo entorno y no enfrentar las consecuencias negativas de “quedarse afuera”, se hace necesario de alguna forma “evolucionar con él”, entender sus características, interiorizarse en las herramientas que provee y mantener una participación fluida en la o las comunidades que lo conforman.
En este
nuevo entorno la educación debe ejercer un papel activo, proporcionando los
elementos necesarios para poder ser parte del mismo y no un mero espectador.
Las TICs actuales cuentan con una serie de herramientas tecnológicas que abren
las puertas a, prácticamente, un nuevo paradigma en la enseñanza: libre
conocimiento distribuido en Internet y presentado de forma trasparente; herramientas
de elaboración colaborativa de contenidos salteando barreras geográficas, económicas,
y culturales; acceso a los diversos materiales desde cualquier parte y en
cualquier momento; un ecosistema de aplicaciones y programas tanto pagos como
gratuitos para casi cualquier actividad que queramos llevar a cabo, y la lista
sigue.
La
existencia de este proceso de globalización que nos permite “saltear” las
barreras antes mencionadas puede hacer creer que dejaríamos de tener sentido de
comunidad, pero nada más alejado de la realidad: se crearon nuevos ambientes de
sociabilización (redes sociales, foros, blogs, etc) donde la producción de
contenidos, así como su regulación y mantenimiento los realizan los mismos
involucrados, estableciéndose mayormente relaciones horizontales (entre pares)
y con la ventaja de que un individuo puede ver el “fruto” de su participación
en una comunidad casi al instante.
Como
contrapartida, este “pase a la virtualidad” implica para mucha gente una etapa de
iniciación. Aunque la mayor parte del público de una oferta académica virtual
cuenta con las habilidades tecnológicas básicas, la educación formal siempre se
nos presentó en su modalidad “clásica” (aula, alumnos, profesor, pizarrón) y la
concebimos naturalmente de esa forma. En estas condiciones, se vislumbra la
necesidad de los alumnos de adquirir las competencias necesarias para poder moverse
con comodidad en este nuevo entorno y cursar sus estudios con fluidez, atenuando
lo más posible la incomodidad que pueda agregar la capa tecnológica. En la
(corta) experiencia de quienes realizan este análisis, algunos de los
conocimientos necesarios son:
- manejarse con fluidez con un navegador de Internet,
- saber trabajar con textos, videos, presentaciones y documentación en general en su soporte digital (formatos comunes en este medio son doc, pdf, ppt, y avi) que constituyen la principal fuente de conocimientos teóricos proporcionados por el docente y
- manejar la netiquette
(una serie de pautas de buenos modales en la comunicación a través de los
entornos informáticos).
Además, para tener éxito en esta modalidad son necesarios algunos
soft skills como la paciencia para
poder llevar los estudios de forma “asincrónica” (por ejemplo, al hacer
consultas al tutor), responsabilidad con el estudio y las tareas, respeto con
los tutores y compañeros. Y, por sobre todo, tener las ganas y el coraje de “embarcarse
hacia la aventura”.
En este
sentido, la UNL Virtual prevé un primer acercamiento a través de una materia
introductoria, “Estudios Universitarios y Tecnologías”, que cumple la doble
función de introducir a los alumnos provenientes del secundario a la vida
universitaria y presentar a los más experimentados en la modalidad presencial
una idea general sobre la modalidad a distancia.
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